Cuando comienzo un taller de liderazgo planteo a los
participantes la siguiente reflexión: hay cinco maneras distintas de vivir el
taller. También la vida puede vivirse con esas cinco diferentes actitudes.
Quiero comenzar este libro con esas mismas palabras, más por
mantener tradiciones personales que por referencia o para incitar a la
extrapolación. No estoy totalmente seguro de que se pueda "leer un libro
de cinco maneras distintas”, que la lectura de un libro pueda ser comparable a
la dinámica e interacción que se genera en un taller, cara a cara: facilitador
(expositor) y participantes. La lectura es un acto eminentemente individual y
privado, centrado en "esa atemporalidad que tiene la vida de los libros, y
la de las ideas y la de las fantasías admirables que en ellos encarnan”, según
dice el escritor Mario Vargas Llosa. Sin embargo, de lo que sí estoy más seguro
es que la vida puede vivirse de esas cinco diferentes maneras.
La primera manera de vivir o la primera actitud ante la vida
es la del prisionero. Este permanece encerrado, contra su voluntad, muchas
veces se aburre y, por lo general, como no tiene otra cosa qué hacer, se queja
de todo: de la comida, la celda, el clima, los guardias, la lentitud o
arbitrariedad del proceso judicial y del poco o excesivo tiempo permitido a las
visitas. Siempre tiene un motivo para quejarse. Así encontramos individuos que
viven su vida, a veces prisioneros de sus propias celdas, construidas con sus
propias actitudes. Escuchamos de ellos palabras como "Aquí no se puede
hacer nada”, o "Me tienen las manos atadas”.
La segunda actitud es la del turista, es decir, personas que
en las organizaciones o en la vida toman las cosas como si fueran turistas,
pasan al lado de los hechos, a veces se burlan o miran con ironía lo que ven y,
fundamentalmente, no se involucran, no se comprometen. Ven los acontecimientos
desde la barrera, no dejan marcas ni huellas porque no viven el aquí y el ahora; las cosas
no les duelen, no sienten que sea su responsabilidad el mejorar o cambiar ese
lugar.
La
tercera actitud es la de los saboteadores, los revoltosos, los in-conformes,
que siempre están protestando o discutiendo, pero escondidos, sin dar la cara.
Por el hecho de discutir, son los que muchas veces generan los chismes. Los
saboteadores tratan de desestabilizar el sistema y pueden ser peligrosos porque
todo lo hacen a escondidas. Golpean, pero no de frente. Atacan por sorpresa,
tienden emboscadas y cuando se intenta enfrentarlos, ya se han escapado. Estos
son los que "tiran la piedra y esconden la mano”. Son los individuos más
dañinos dentro de las organizaciones, son personas a veces muy difíciles de
reconocer o identificar.
El
cuarto grupo o la cuarta actitud ante la vida es la de los sofisticados. La
palabra que quizá más los identificaría dentro de nuestro lenguaje popular es
la de arrogantes o sobrados. Son las personas que pasan por las organizaciones
o por la vida y "se las saben todas”. Piensan que no tienen nada que
aprender, que nadie tiene nada que enseñarles. Los arrogantes, que consideran
saber más que sus compañeros o colegas, muy a menudo minimizan a los demás y a
veces hasta se les puede identificar por su postura corporal: hinchados.
Y,
finalmente, la quinta actitud es la del explorador. El explorador busca, está a
la expectativa de lo nuevo, de lo desconocido, piensa en forma positiva: “Ya
aprenderé algo de esto”. Está en aprendizaje permanente, tomando de los demás,
de sí mismo, del entorno. A veces cae, se golpea, pero también de esos malos
ratos, de sus errores o equivocaciones, saca provecho. Mstislav Rostropovich,
famoso cellista ruso, practicaba siempre ocho horas diarias. Se le preguntó por
qué le dedicaba todavía tanto tiempo a su instrumento si ya había logrado una
carrera exitosa, llena de fama y reconocimiento. Rostropovich respondió: “Es
que por fin estoy viendo algún progreso...”
La
actitud del explorador es una filosofía especial, una manera de ver la vida.
Siempre está dispuesto a aprender y a enseñar, a aprender a aprender. El
contenido de este libro tiene que ver con la exploración. Podemos encontrar
conceptos que no entendemos, no aceptamos o no compartimos. Cuando queremos
aprender podemos ser pacientes y estaremos dispuestos a no rechazar de entrada
nuevos conceptos o planteamientos. Deseo compartir estas ideas, quizá nuevas
para algunos lectores, y me gustaría que se diesen la oportunidad de
analizarlas, estudiarlas y explorarlas.
Tomado
del libro:
Liderazgo:
Una decisión Personal
Autor:
Daniel Gil Adi
@albertoperoza